viernes, 5 de junio de 2015



XII

He vuelto a sentirme mal, -y digo mal porque esta mezcla entre frustración y tristeza nunca acaba de inclinarse hacia ningún extremo, y debo confesar que esta ambivalencia no es más que un embustero agravante- vuelvo a sentirme mal, y a buscarme entre las doñas y los sombreros de copas. 

Vuelvo a mirarme en el espejo y como quién repite una y otra vez la misma palabra hasta volverse completamente absurda, hasta llegar al punto -sin llegar siquiera a rozarlo- de perder el sentido. Empatizo con esa palabra - fuere cual fuere-.

Vuelvo a los días en los que abrir los ojos se ha convertido -juro por Kafka- encarnarme en Gregorio. Y hago énfasis en ese re- que se ausenta(puesto que aún no sé si vivo, muero o sueño). 

Vuelvo a los recovecos morales con los que discuto continuamente, vuelvo a los dilemas sobre un padre de los cielos, vuelvo a plantearme si he vivido, si estoy muerta, si esto es un sueño. 

Vuelve a mi mente las discordancias entre lo bueno y lo malvado, vuelven a resonar en mi no tan consciente:

"¿En qué condiciones construyó el hombre esos juicios de valor que son las palabras bueno y malvado?, ¿y qué valor tienen ellos mismos?¿ Han frenado o han estimulado hasta ahora el desarrollo humano? ¿Son un signo de indigencia, de empobrecimiento, de degeneración de la vida?... "

                                         La genealogía de la moral ( F- Nietzsche)


No me perdono la forma en la que mis ojos ven la vida, tengo tantas ambiciones como miedos, y en la probabilidad estrepitosa de mis sentidos veo como sin vacilar me alejo cada vez más de cada una de ellas, sin hacerlo paralelamente de los miedos   -cuando debería ser, naturalmente, al contrario- Y me siento como entre cuatro paredes que ya he tenido tiempo de aprender de memoria,ya conozco los pliegues de estas cortinas, y cada grieta de este techo que tiende a ser cielo -sólo a veces- ya sé en qué rincones la luz de la ciudad que no es mía impide que se pongo en ellos jamás el sol. Y supongo que hace muchas noches hice una pequeña extrapolación de todo aquello, y me veo descubriendo, verificando, que tengo rincones en los que no se pone el sol, y otros que permanecen entre la más espesa de las tinieblas. Supongo que he acabado creyendo que todos tenemos un lado oscuro, y que te pasas - por consiguiente- toda la vida luchando contra él. Hay quiénes consiguen dominarlo, y quiénes acaban siendo dominados. 

martes, 2 de junio de 2015

XI

La verdad es que, me han sacado una sonrisa esta noche, se han acordado de este pequeño relato que escribí hace ya algunos años para un concurso de literatura de mi instituto. Recuerdo como  si fuera ayer, como Alberto (mi profesor de Arte del que estaba profundamente prendada), me regaló en una sola mirada un pequeño aplauso, un gesto que podría haber pasado inadvertido, que pudo no significar nada, pero que yo, recuerdo como si fuera ayer, que yo recuerdo como un pequeño aplauso. 



 "El último trago"


El sonido de un vaso rodando por la vieja mesa de madera, él sentado aferrado a los bordes. Beber se había convertido en un acto extremadamente bello y profundo, lleno de todo el vacío que siente. El cuarto se impregnó de un penetrante olor a vino. Hacía tiempo que su mente se encontraba en busca y captura. Entre la luz y ningún sitio, así comprendía  la vida, amar la ausencia, ver silencios y alimentar el aire. La vida le pidió un final, y entonces quedó mudo, inútil. Lo que llevaba toda la vida deseando se acababa de cumplir.

martes, 5 de mayo de 2015


Como si te pudiera ver detrás del objetivo, junto al cenicero que has inventado con el mismo desdén del que fardas sacudiendo las cenizas, mientras el cigarro se apaga, tú, inmóvil, eres el que se consume.

esperando a ver si te camuflas bajo unas cervezas de más y algún libro que te cuenta historias sobre el anticristo o alguna galaxia que mueres por emigrar.

                                             -entretenido es-

por compararte con un verso de Neruda, mientras tú,  perplejo,  no dejas de verte entre las líneas de Bukowski. Cuan errónea idea llevas entre los párpados, golondrina. 

Eres el verosímil de mis letanías nocturnas,¿te quejas de piropo?

confundiste

          mi acariciarte la vida por una duda, y encima sin tequila.

- pero el limón me lo quedo yo-
- con el sabor de los portazos de los que habla Sabina-  

martes, 21 de abril de 2015




IV

A decir verdad -por no caer en la rutina-, tus ojos eran lo de menos. 

domingo, 19 de abril de 2015

III

Sus ojos en cuarto creciente, arrestada tras una hilera de pestañas, salivando, descubrió que;leer también era huir. 

         Se supo entonces, cobarde. Como la muerte que frívola, nos abandona a merced de, nadie sabe qué, aunque lo afirme. 

Me vi entonces reflejada en los ojos de mi abuela, que no parecía angustiada,irradiaba una serenidad placentera de la que ninguna copa me habla. 

Y allí, envuelta en una tormenta de sábanas blancas, esperando un latigazo de sol mañanero que devolviera el color a las cortinas de un cuarto que carece de contenido. Yo.

Que sufría el tiempo que la tierra emplea en dar una vuelta alrededor de su eje, tratando de abreviar mis citas tomadas a pulso y con buena letra. 

me doblaba entre mis lunares con el fin de hacerme polvo, los huesos ,y una brisa nos empuje a un mar que no entienda de desiertos.

que sacuda mis rincones con el agravio de tus dedos surcando las olas de mi piel que arrastras sobre mi espina dorsal sin rosa. 

todo esto, o un beso. 




sábado, 18 de abril de 2015

II

Lo sutilmente divertido que tiene que ser, formar parte de una facción de enclenques embriagados. Y que te reconozcan por ello, claro. 

Sólo basta el deslizarte por el frío cristal de un viejo bar de barrio, que nada tiene de especial, para que al entrar te encuentres servido. Algo parecido a que la barra de un bar tiene memoria. 

Bares a los que acudes ya meado de casa, porque entrar al 'toilette' es un suicidio con mala puesta en escena.

Bares en los que te atragantas con el humo que no fumas, y que te deja entrever a lo lejos, como Carolina lleva el carmín corrido de los lunes y se frota salvajemente con uno que sin duda podría ser su padre. Maldita niña tonta. 

En la esquina está Fermín, lleva viudo poco menos de cuatro años y se sienta en la única mesa para dos, que a todo esto, comparte con su copa de brandy. 

Y luego yo, un soñoliento incomprendido. Que ahoga su insignificante existencia en alguna copa de más, donde dejo mis inquietudes cada noche en prenda, con la esperanza de olvidarme dónde las he dejado, y que acabo recogiendo cada mañana. Y vuelvo , aniñado, a sentarme bajo la alcachofa, girar la oxidada manivela de la ducha y esperar. 

Esperar a que por fin, me encuentres. 
Dejándome, deslizar por el frío cristal de un viejo bar de barrio, que nada tiene de especial. 






lunes, 13 de abril de 2015


 I 

La bombilla del pasillo nunca se encendía a la primera, tal vez tampoco a la segunda, era una de esas situaciones en la que inconscientemente, por naturaleza humana te ves obligado a golpear las cosas, y esa suerte tuvo aquel pequeño interruptor que ni era amarillo ni blanco, era de un tono intermedio que mi tía Amparo sabría establecer, pero que yo definiré llanamente como añoso. 

Siempre olía a tabaco en ese pasillo. A mí tío le gustaba mecerse en un destartalado sillón y figurarse navegar en una especie de submarino, entre olas de humo, y ninguna ventana abierta. No creas, no me desagradaba el olor a tabaco.

Mi tío era uno de esos hombres cuyo aliento apestaba a whisky barato, pero que mirabas con aprecio, como si su aura carismática embriagara (paradójicamente) a todo aquel que se cruzase por su camino, y encandilados olvidaran que era un pacífico borracho.

Y como buen borracho; hay que ver qué bien escribía. Tenía una sutileza que parecía haber sido fruto de los más descabellados deseos de ese ente paternal del que tanto hablan los libros. Aunque sería un obsequio irracional, ilógico, la más monumental insensatez.

¿Quién concedería tal ofrenda, a un prójimo ateo?