XI
La verdad es que, me han sacado una sonrisa esta noche, se han acordado de este pequeño relato que escribí hace ya algunos años para un concurso de literatura de mi instituto. Recuerdo como si fuera ayer, como Alberto (mi profesor de Arte del que estaba profundamente prendada), me regaló en una sola mirada un pequeño aplauso, un gesto que podría haber pasado inadvertido, que pudo no significar nada, pero que yo, recuerdo como si fuera ayer, que yo recuerdo como un pequeño aplauso.
"El último trago"
El sonido de un vaso rodando por la vieja mesa de madera, él sentado aferrado a los bordes. Beber se había convertido en un acto extremadamente bello y profundo, lleno de todo el vacío que siente. El cuarto se impregnó de un penetrante olor a vino. Hacía tiempo que su mente se encontraba en busca y captura. Entre la luz y ningún sitio, así comprendía la vida, amar la ausencia, ver silencios y alimentar el aire. La vida le pidió un final, y entonces quedó mudo, inútil. Lo que llevaba toda la vida deseando se acababa de cumplir.