miércoles, 5 de abril de 2017

-sin duda alguna-

lo más difícil de escribir es empezar, pero supongo que lo mismo pasa con todo, con la vida, me refiero, a qué si no, vaya.  Siempre esforzándonos por entonar el primer hola, la primera conversación, la canción favorita, ese beso, las sábanas tibias, y luego de pronto, llevas una página escrita. Si no fuera porque, en la vida como en las páginas, todo de pronto, se esfuma, y lo que vino como el jable, se va, como el jable también, y así funciona,  a veces puedes seguir siendo duna, y otras eres los resquicios de lo que podrías haber sido pero no, mientras te esfumas ( ahora tú ) en alguna carretera que lleva a un pueblo sin asfalto, que te deja de necesitar. 

Pero la página sigue, y no es porque vayas mal de tinta, y te toca seguir escribiendo páginas que quieres arrugar y botar a algún rincón de tu quinta habitación que sigue cubierta de polvo, pero, las llenas, y unas casi se salvan y otras acaban ahí arrugadas, estorbando, sin sentido, y acaba el capítulo I, casi sin darte cuenta, y no por lo llevadero, sino por la ambigua atención que has prestado, como el niño que mira a la ventana y de pronto suena el timbre, esa atención, esa ventana. 

y vuelves a no saber cómo empezar, quieres presentarte,  quieres, empezar bien, como queriendo romper con la fatalidad de lo que ya fue y te decides y te envalentonas, y te empiezan a leer; 
-¡que sí, que te empiezan a leer, y varias personas!- 

y no es suficiente, porque has empezado a tasar lo que te rodea, sin darte cuenta. 

y ahora no sólo arrugas papeles y los botas, no, no sólo papeles.

y cada vez es más difícil que alguien te entusiasme, y lo asumes con cierto miedo. 

y acaba el capítulo, y vaya mierda. 

-¿y ese montón?- 

y sigues creyendo que no has escrito nada, porque en efecto, no has escrito na da. 

y aparece una página, que no es tuya y empieza bien, la lees y empieza bien, y te lee y se le arrugan las hojas pero porque, sí, porque ¿es eso una sonrisa?

y acabas el capítulo, y por un momento has dejado de escribir, y tocas los acordes de una triste canción de jazz, aunque este momento no tenga nada de triste, y no sé creo que este capítulo era felicidad, y como si fuera un presagio 

te arrugan 
te botan 
en la esquina
de su quinta habitación 
que sigue cubierta de polvo
y tocas los acordes de una triste canción de jazz