XII
He vuelto a sentirme mal, -y digo mal porque esta mezcla entre frustración y tristeza nunca acaba de inclinarse hacia ningún extremo, y debo confesar que esta ambivalencia no es más que un embustero agravante- vuelvo a sentirme mal, y a buscarme entre las doñas y los sombreros de copas.
Vuelvo a mirarme en el espejo y como quién repite una y otra vez la misma palabra hasta volverse completamente absurda, hasta llegar al punto -sin llegar siquiera a rozarlo- de perder el sentido. Empatizo con esa palabra - fuere cual fuere-.
Vuelvo a los días en los que abrir los ojos se ha convertido -juro por Kafka- encarnarme en Gregorio. Y hago énfasis en ese re- que se ausenta(puesto que aún no sé si vivo, muero o sueño).
Vuelvo a los recovecos morales con los que discuto continuamente, vuelvo a los dilemas sobre un padre de los cielos, vuelvo a plantearme si he vivido, si estoy muerta, si esto es un sueño.
Vuelve a mi mente las discordancias entre lo bueno y lo malvado, vuelven a resonar en mi no tan consciente:
"¿En qué condiciones construyó el hombre esos juicios de valor que son las palabras bueno y malvado?, ¿y qué valor tienen ellos mismos?¿ Han frenado o han estimulado hasta ahora el desarrollo humano? ¿Son un signo de indigencia, de empobrecimiento, de degeneración de la vida?... "
La genealogía de la moral ( F- Nietzsche)
No me perdono la forma en la que mis ojos ven la vida, tengo tantas ambiciones como miedos, y en la probabilidad estrepitosa de mis sentidos veo como sin vacilar me alejo cada vez más de cada una de ellas, sin hacerlo paralelamente de los miedos -cuando debería ser, naturalmente, al contrario- Y me siento como entre cuatro paredes que ya he tenido tiempo de aprender de memoria,ya conozco los pliegues de estas cortinas, y cada grieta de este techo que tiende a ser cielo -sólo a veces- ya sé en qué rincones la luz de la ciudad que no es mía impide que se pongo en ellos jamás el sol. Y supongo que hace muchas noches hice una pequeña extrapolación de todo aquello, y me veo descubriendo, verificando, que tengo rincones en los que no se pone el sol, y otros que permanecen entre la más espesa de las tinieblas. Supongo que he acabado creyendo que todos tenemos un lado oscuro, y que te pasas - por consiguiente- toda la vida luchando contra él. Hay quiénes consiguen dominarlo, y quiénes acaban siendo dominados.