El intruso ha vuelto.
creo que se ha mudado a mi cabeza, no me quiero encariñar demasiado
y ya huele a café para dos, porque sí, el café para dos huele distinto, a tostado, a menos sueños.
ha vuelto con sus imperativos ofensivos y sus postales sin fotografías, de esas que esperas que tengan algo bonito escrito, pero no, sólo el sello. Y qué ganas de llorar.
Todas estas ganas de llorar.
El intruso ha vuelto.
debo de ser su lado de la mesa, la que rechina al tambalearse, como el descorchar de una botella, esperando siempre el cristal roto.
Y qué manía le he cogido, a estos días contigo, intruso.
Vienes, me haces sal y me dejas con todas estas postales, ¿qué será de estas postales?
(...) el simple pensar que no deslizarán sus dedos sobre ella, con cariño, con amarga nostalgia, con un brote de felicidad consumada, al entrar por la puerta, y verlas allí, reclinadas en la mesita del recibidor, junto a esas flores: oh, las flores.
Y toda esta tristeza.